La cerámica en la construcción responde a muchas funciones. Es un acabado estético que logra modificar la apariencia completa de toda la habitación, y también permite una mejor función de las diversas estancias. Protege, luce y permite el uso y el tránsito… siempre y cuando sepas elegirla bien.
En el mercado hallarás una enorme variedad de cerámicas y cerámicos para la construcción. De pared, de pisos, de recubrimiento, para cocinas, para baños, para numerosas superficies; es que cada tipo de cerámica posee sus propias características y mejores usos, no sólo respondiendo a una cuestión estética.
Las nuevas tecnologías hoy permiten cerámicas más resistentes y duraderas, recubiertas, con tratamientos térmicos y demás. Por ejemplo, tenemos cerámicas que permiten la respiración de la estructura, otras atérmicas que son adecuadas para el exterior, cerámicas de acabados naturales que imitan texturas, cerámicas de alto tránsito y bajo mantenimiento que facilitan las tareas diarias de limpieza y cuidado del hogar, etc.
La cerámica es un material de revestimiento antiquísimo. Nació a partir del trabajo con base arcillosa, hasta convertirse en la versátil y funcional pieza que es en nuestros días. En su composición, la cerámica actual sigue teniendo a la arcilla como materia prima; arcilla y agua, como antaño. Pero se incorpora a la receta elementos fundentes (óxido de hierro, carbonato de calcio, feldespato y otros), así como quemantes (que permiten una mejor cocción, como la lignita, el aserrín, la termoarcilla, entre otros), desengrasantes (arena, ladrillo molido, escoria y otros que quitan plasticidad) y plastificantes (como la bentonita y las arcillas trimórficas).
De este modo, el material se hace más resistente a las exigencias diarias y climáticas, más duradero en su longevidad, y más versátil y maleable a la hora de adecuarse a determinados estilos. La moldería y las texturas también aportan más o menos permeabilidad a las piezas, haciéndolas antideslizantes, de fácil mantenimiento y limpieza, y de gran atractivo.
Aunque al hablar de cerámicos para la construcción se incluyen tejas, ladrillos y otros, cuando nombramos las “cerámicas” nos referimos mayormente a los revestimientos, que son la parte final de un proyecto de construcción y es lo que, en definitiva, convierte una estructura en un hogar.
Azulejos: Entre las cerámicas más habituales, encontramos los azulejos. Tienen un acabado brillante, vitrificado, que facilita su limpieza y resulta muy impermeable, siendo así el elegido para cuartos de baño y lavanderos. También se los escoge para los revestimientos verticales en la cocina, en especial cerca de la zona de cocción.
Cerámica rústica: Tiene un aspecto más natural, es más opaca y es la adecuada para pisos del interior. Aunque es impermeable, es susceptible a algunas manchas por humedad, por lo que se recomienda plastificarlas o aplicar ceras especiales. Se presenta en el mercado en bloques, baldosas y baldosones.
Gres: El gres es otro de los elegidos, en especial en su variante conocida como porcelánica. Es más resistente y se presenta en acabados brillante, semi mate y mate. Es adecuado tanto para interior como para exterior (a excepción del porcelanato, elegido para interiores por su belleza y fragilidad). También podrás hallarlo en una variedad de texturas y capacidades de permeabilidad, por lo que se lo suele elegir para pisos, aunque también para revestimientos verticales en salas familiares o habitaciones.
Gresite y venecitas : son un acabado mucho más elegante y llamativo. No son cerámicos en sí, sino que son preparados de vidrio cocido, aunque su colocación y características las hacen integrarse al grupo de cerámicas para la construcción. Puedes colocarse en plancha o de manera individual, y son muy resistentes a la humedad. Son las elegidas para cuartos de baño, piscinas y en guardas o detalles decorativos.