¿Recuerdas aquella frase tan popular de la película “Propuesta indecorosa”, en la que el marido en una clase decía que “un ladrillo quiere ser algo más”? Pues se trata de una noción muy cierta, y también muy explicativa. Un ladrillo no es sólo un ladrillo, es la base de todo lo que vemos al recorrer la ciudad. Un ladrillo, así, quiere ser más que un simple ladrillo, y es así como nos permite lograr construcciones increíbles, duraderas, y acorde a nuestros gustos y deseos.
Pero no cualquier ladrillo servirá para cualquier proyecto. Hay diversas clases de ladrillos, a partir de su composición, forma y estilo, y cada uno tendrá una funcionalidad diferente, siendo más o menos adecuado para cada tipo de construcción. En esta nota aprenderemos más sobre el simple ladrillo, y su versatilidad.
El ladrillo es uno de los integrantes del grupo de cerámicos de construcción. Es un elemento estable, durable y versátil, elaborado a partir de cerámica roja en combinación con otros elementos. Es, también, uno de los materiales de construcción más antiguos, incluso hay investigaciones que indican que el uso del ladrillo data de hace más de 5000 años.
Los ladrillos suelen tener un espesor de 4 cm hasta 27 cm, determinado a partir de su utilización. Pueden presentarse en bloques sólidos y macizos, aireados, o con perforaciones que modifican sus características de resistencia, peso y uso.
En la construcción residencial se suele utilizar ladrillos huecos, de colocación vertical u horizontal. Dependiendo de su utilización (si es para estructura, para muro portante, para tabiques, para cerramientos, etc.) se elige ladrillos de mayor o menor resistencia y dureza, logrado a partir de sus componentes agregados al momento de la fabricación.
El denominado ladrillo común es el bloque macizo, sin orificios. El ladrillo hueco, en cambio, posee perforaciones o agujeros en sus caras laterales, siendo más liviano pero también flexible y adecuado para la construcción, en especial antisísmica. No se ha de confundir el ladrillo hueco con el ladrillo perforado. Este último, también conocido como “gero”, tiene perforaciones circulares en una superficie habitual del 10%, y sólo en una de sus caras.
Al construir también te encontrarás con diversos tipos de ladrillos, según sus usos esperados. Uno de estos es el ladrillo refractario. Se trata de una pieza que se compone de agregados de arcillas con sílices y alúminas, lo que le facilita soportar (y también refractar) altas temperaturas. Estos son los elegidos para parrillas, barbacoas, hornos, y también para chimeneas y centros de calefacción a leño y similares. Su coeficiente de dilatación es algo bajo, en relación a otras variantes, por lo que se suele regular (aumentando) el contenido de sílice para evitar quiebres y roturas, dependiendo del uso y de la zona geográfica de utilización.
Otros elementos de la construcción son falsamente denominados ladrillos. El hecho es que su uso puede confundir, pero es su elaboración o método de fabricación lo que los excluye de esta lista. Aquí se incluyen los bloques de vidrio y los adoquines planos o perforados, usados tanto en paredes y aberturas como en pisos interiores y exteriores.