Cuando hablamos de productos cerámicos para la construcción nos remontamos a las piezas de alfarería de la prehistoria, viajando por el tiempo hasta las actuales y sofisticadas fabricadas con arcillas y caolín, comprendiendo lozas, porcelanas, tejas y hasta ladrillos.
El caolín es un polvo no hidrosoluble que se halla disperso en finos granos en los suelos, mantenido en suspensión en las veras de los ríos y en sus desembocaduras. Al mezclarse con la tierra y ser extraído, se combina con silicatos, óxidos (como el óxido de hierro), piedra caliza y restos orgánicos, logrando arcillas de tipo de silicato de aluminio impuro.
Dependiendo de la composición del suelo presente en la mezcla, su color natural puede variar desde el amarillo claro hasta el café o rojo pardo. Al amasarse con agua y agregados específicos, se logra una pasta maleable, modelable y sumamente plástica. Luego de elaborarlo y darle la forma, se dejará secar al aire para endurecer, obteniendo como resultado una pieza frágil que se puede desmenuzar con las manos. Para ser utilizada en la construcción, entonces, se requiere de un tratamiento extra que le aporte resistencia, además de belleza.
Luego de amasada la pasta de base, de color blancuzco, se deja secar para asentar y poder modelar los elementos. Para que adquiera resistencia y pueda ser utilizada en la construcción, es necesario darle un proceso de cocción. El resultado es un elemento resistente y más compacto, que mantiene su forma de manera indefinida y que, aunque vuelva a pulverizarse, no podrá ser amasada nuevamente para volver a componerse en cerámico crudo.
El tipo de cerámico quedará determinado, en gran medida, por el tipo de arcilla utilizada y su propia composición. Las más usadas incluyen las arcillas plásticas, que tienen mayor plasticidad y pueden ser grasas o magras. También se utilizan las arcillas refractarias que poseen menos plasticidad.
Luego de los procedimientos, se logrará piezas cerámicas listas para colocar en la obra. Las más usadas son: