Qué sería de cualquier proyecto de construcción si esa gloria simple que le da la estética a todas nuestras creaciones: la pintura. Se ha comprobado que los colores que nos rodean tienen un impacto efectivo en nuestro humor, creatividad y casi en cualquiera de nuestros procesos mentales. Por eso, la elección del color para decorar no es algo que debamos tomar a la ligera.
Por otro lado, no siempre es fácil dar en la tecla con el tono exacto que queremos para las superficies. Todo depende del gusto particular y de la inspiración. Por eso, el primer paso para elegir y lograr los colores de cada una de nuestras construcciones, es dejarte inspirar por todo aquello que te rodea. Una fotografía, una prenda de vestir, un crayón de tus hijos; cualquier cosa puede ser el tono que “estabas buscando” para tus obras. Conserva estos elementos, para poder después comprar la pintura en esa precisa configuración, o también para hacerla tú mismo con consejos simples, como los que verás en esta nota.
En reglas generales, siempre es más conveniente usar la pintura tal y como la hemos adquirido por parte de su fabricante, siempre revolviendo con la herramienta indicada para asegurar una excelente distribución de los pigmentos y adhesivos en cada uso. Pero a veces no hallamos en el mercado el color exacto que buscamos, o como es muy habitual: es mucho más costoso de lo que nos permite el presupuesto.
Es en estos casos en donde el uso de tonalizadores entra en juego. Estos compuestos pequeños son pigmentos concentrados, pensados para disolverse en la pintura blanca (mate, semi mate, brillante, de interior, de exterior y también en látex o esmaltes). Es conveniente disolver el tonalizador en un bote con un poco de agua templada (en la pintura látex solamente) o en un poco de la pintura que usaremos de base, para luego integrarla al resto del material que vayamos a usar. Así tendremos una mejor distribución, pues es habitual que por la diferencia de consistencia, al agregar directamente al bote de la pintura se deposita al fondo y no se integra a la perfección.
Luego de integrar, deberás colar la pintura a través de un tamiz adecuado (un consejo: si usas una vieja pantimedia –cancán-, tendrás excelentes resultados) para asegurar que no haya depósitos ni cúmulos de cualquier producto.
Al hacer mezclas de colores debes llevar un registro bien preciso de las proporciones utilizadas. Esto te ayudará si necesitas preparar más material, o para una futura aplicación. La mejor manera de hacerlo es llevar un cuaderno donde dejarás caer una gota del color logrado y, junto, indicarás la cantidad precisa, color (marca, modelo) de la pintura de base, y las medidas precisas de los agregados. Usa siempre el mismo elemento para medir: una cuchara plástica, un pequeño pote de yogur.
Conserva el cuaderno y el elemento de medir entre tus objetos de pintura. Por seguridad, también puedes dejarlo indicado en el bote, usando un rotulador indeleble. Otra opción es registrar el código de la pinturas ya listas.
Cuando tengas problemas para lograr un color preciso, lo mejor es formar el tono “básico” y luego hacer los ajustes, por ejemplo, agregando más pintura blanca para aclarar, algo de tonalizador o de pintura oscura para oscurecer, o más entonador para dar un tono más intenso. Para que te sirva de guía, estas son las proporciones de los tonos básicos en las mezclas de pinturas, utilizando blanco de base y entonadores rojo, azul y amarillo, los de los colores primarios:
Sigue estas referencias para lograr colores básicos, y aclara, oscurece o da más intensidad agregando pintura (la misma de la de base, igual calidad siempre) blanca, negra o tintes. Conserva siempre tu registro de proporciones, y sigue las guías de disolución cada vez que vayas a usar la pintura. ¡Tus resultados serán siempre impecables!