Con un nombre que casi se explica por sí mismo, se denomina “fachada ventilada” a la solución de revestimiento para el exterior de la vivienda, y que crea una separación física entre el cerámico decorativo y el cuerpo principal de la obra.
En él se formulan tres capas separadas físicamente: la obra principal del cuerpo de la construcción, una capa de aire para ventilación, y una capa de revestimiento estético que utiliza cerámicos como solución elegante, práctica y útil para los fines de aislamiento térmico de la construcción.
La fachada ventilada crea una suerte de cámara de aire que se mantiene en permanente movimiento, o lo que en el rubro se conoce como “efecto chimenea”. Esto significa que se crea un mullido colchón de aire entre las capas sólidas de la fachada ventilada, que hace un bloqueo a la transferencia de temperaturas del exterior hacia e interior (y viceversa), y que se renueva constantemente y por su propia cuenta.
En los últimos años, y dependiendo del sitio (clima) donde se aplique la solución de fachadas ventiladas, muchos constructores han resuelto por incluir en la capa de aire un material aislante térmico, normalmente también ignífugo y que colabora con la aislación acústica también. Aunque las fachadas ventiladas son ya, de por sí, eficientes para aislar el interior y el exterior, la inclusión de este material aislante es capaz de potenciar sus efectos, logrando que para la construcción y para el uso diario de la vivienda se reduzcan los recursos en un enorme porcentaje (tanto materiales de construcción como también en los gastos de calefacción, revestimientos decorativos y otros).
La inclusión del aislante permite una ventilación estable y equitativa a lo largo de toda la superficie de la fachada donde se haya aplicado esta solución. Aunque hablamos de “ventilación” y de “movimiento”, no pienses que habrá un chorro de aire pasando constantemente junto a tus estructuras: muy por el contrario, es un colchón de aire (o aire estanco en el material aislante) que se renueva gradualmente, en lugar de tratarse de una gran burbuja apresada dentro de las superficies que, en poco tiempo, perdería su efectividad aislante.
Nuevamente, no imagines una circulación de aire como la que haría un ventilador, sino una regular, estable, constante pero lenta, que es lo que permite el efecto de aislación. Para que el sistema funcione tan bien como lo hace, la fachada ventilada posee un efecto chimenea con aberturas inferiores y superiores, que permiten la succión y liberación del aire, respectivamente.
Por una sutil apertura controlada en la parte inferior, cerca del suelo, el sistema absorbe el aire frío y, por empuje del nuevo aire que entra, pasa por el material aislante, logrando un bloqueo térmico en la estructura. Llegado a la parte superior de la fachada térmica, el aire ya caliente saldrá por una chimenea de ventilación.
Además de lograr una aislación térmica y, gracias a la incorporación del material aislante, también conferir propiedades de aislación acústica y cortafuegos, las fachadas ventiladas también han demostrado tener cierta acción en el combate de las patologías constructivas, tales como la filtración de humedad, el desgaste de los materiales expuestos u otras. Es una solución práctica, responsable, y que abaratará mucho los costos de uso y mantenimiento de tu obra. ¡Intégrala en tu diseño!