Las paredes de una vivienda pueden ser consideradas casi como organismos vivos, pues son flexibles, presentan comportamientos y están constantemente expuestas a múltiples condiciones de temperatura, humedad y movimientos.
Por ello, pueden presentar rajaduras, desde las más leves hasta las más serias. Identificarlas es el primer paso, para luego repararlas y volver el muro a su aspecto más agraciado.
Hay tres condiciones que pueden presentarse. Las grietas son quizás las más serias, pues se definen como una abertura que recorre la extensión del muro y también su espesor, en general, siguiendo el sendero marcado por el mortero y mayormente debido a movimientos telúricos. Estos son daños serios que comprometen la estructura de la obra, mermando su resistencia y dejándola a merced de desbaratamientos y roturas definitivas.
Para reparar grietas, es habitual tirar abajo el muro y volver a montarlo, entero o por sectores, dependiendo del tipo que sea.
Por otro lado, las fisuras se definen como aberturas visibles de la superficie externa del muro, o bien de la mampostería y revestimiento. Pueden deberse a condiciones de humedad retenida, a movimientos telúricos leves o pronunciados sin daño estructural, a cambios climáticos abruptos o a otras condiciones menos habituales.
Ya que no representan una seria condición, su reparación involucra lijar y rebajar la superficie de la mampostería y rellenar con el material apropiado, mayormente revoque grueso y fino, y revestimiento enlucido.
Los detalles, finalmente, son los más leves. Se trata de resecamiento y agrietamiento de la pintura externa, y su solución es bastante simple, tan sólo se lija suavemente la superficie y se aplica una nueva capa de pintura, dejando secar antes si fuera necesario.
Además de los movimientos telúricos, como vimos, las fisuras y detalles en los muros pueden deberse a problemas menores para la obra, aunque mayores para la estética. La retención de humedad y la mala ventilación previa al enlucido es una de las más habituales. Una cañería rota también puede ser el problema de raíz, al igual que el aire de ambiente demasiado seco y los cambios abruptos de temperatura.
También una mala ejecución en la obra puede arrojar fisuras y grietas como resultado, pues la acumulación de aire contenido detrás del revoque o la mala aireación y secado de los materiales, puede tener nefastas consecuencias para su estética y resistencia final. Los cambios en el terreno (una platea que cede, por ejemplo) y el mal diseño y nivelación son otras causas probables, menos habituales aunque más serias que las anteriores.