Cuando las paredes exteriores de una casa, o el techo de tejas, comienzan a lucir sucios o manchados por el paso del tiempo, muchas veces podemos solucionar el problema con una simple limpieza a fondo, siendo innecesario volver a pintar.
La limpieza de paredes exteriores suele hacerse por dos sistemas similares: el hidroarenado y el hidrolavado. Son similares en tanto, en ambos casos, se proyecta un elemento (arena o agua) a presión sobre la superficie a limpiar.
El hidroarenado se realiza a baja presión para no dañar las superficies, y puede hacerse sobre ladrillo, madera, piedra, metal, etc. En el hidroarenado, se proyecta arena finamente tamizada mezclada con agua, a presión. Este baño permite retirar incluso pintura vieja, óxido, acumulaciones de material seco, etc., sin dañar la superficie.
Si bien se denomina a este tipo de limpieza “hidroarenado”, en forma genérica, pueden utilizarse una cantidad de materiales abrasivos: desde bicarbonato de sodio o carbonato de calcio, hasta cuarzo o microesferas de vidrio, siempre molidos y tamizados. También pueden combinarse varios productos, como arena con productos fosfatantes, para eliminar suciedad y óxido a la vez.
Antiguamente se realizaba esta misma limpieza pero con arena seca, lo que provocaba la volatilidad de polvo de sílice, altamente contaminante para el ambiente y, especialmente, para la persona que realizaba la limpieza.
Ahora se usan compresores más modernos, con presión regulable, que va de los 2 a los 7 barios. También es posible regular la cantidad de material que expulsará la pistola y usar distintos materiales, en forma totalmente segura.
El hidrolavado funciona con el mismo principio, sólo que sin arena: se lanza agua a alta presión sobre la superficie, a través de una boquilla. El hidrolavado se utiliza cuando no hace falta una limpieza demasiado a fondo, ni tampoco la remoción de pintura u otros materiales.