La cimientación, la colocación de los cimientos de una construcción, es el nombre que recibe el conjunto de elementos colocados en el terreno sobre los que se asienta la estructura. Su misión es la de soportar las cargas y asegurar que la estructura reciba iguales presiones y fuerzas en todo su despliegue, transmitiendo las cargas y fuerzas de la tierra para su mejor distribución.
Como bien lo dice la frase, una buena construcción dependerá, como primera medida, de buenos cimientos. Estos son la base de a construcción: una mala o pobre cimientación es un augurio de un futuro poco promisorio para toda la estructura.
La cimientación debe asegurar una distribución pareja de las cargas y fuerzas, y una base nivelada a la perfección para que la estructura no se vea, luego, comprometida por pesos mal distribuidos ni exigencias en pilares o en cualquiera de las partes de la construcción.
Para la existencia de una buena cimientación, también se debe contar con un terreno bien preparado. El terreno (la parcela de tierra sobre la que se construye) ha de estar también nivelado, y principalmente bien asentado, contando con la composición correcta para evitar que los azotes meteorológicos y las condiciones climáticas y ambientales lo hagan ceder y perder estabilidad. El suelo puede complementarse con rellenos, y también puede “pisarse”, que es presionarlo con pesos y golpeteos para compactar sus contenidos, haciéndolo así más firme.
Además de soportar las cargas y distribuir las fuerzas de la estructura, los cimientos han de ser fuertes y resistentes para no romper por cortante. Esto es el resultado de tensiones mal divididas: movimientos telúricos, sismos u otros similares podrían provocar tensiones y fuerzas que amenazan con cortar los cimientos.
Otra de las funciones de los cimientos es la de distribuir las tensiones y la flexión de toda la estructura: el cimiento, aunque sólido, debe “moverse” en conjunto con el terreno. Al acompañar al terreno en sus movimientos, en lugar de imponerse estático, se evita las rupturas por cortante y los quiebres estructurales. También los cimientos procuran aislar a la construcción de las características propias del terreno, como las humedades, la circulación de aguas sub-superficiales y demás.
También llamada “directa”, que se apoya sobre la capa de terreno superficial (o apenas por debajo del nivel) creando una base plana a partir de la cual se erige la construcción. Es la elegida para construcciones rápidas en terrenos y climas más estables. Se clasifican, asimismo, en cimentaciones ciclópeas (para terrenos cohesivos, formada con hormigón fortalecido con piedras), zapatas (para elementos puntuales, como pilares o muros portantes, en bloques independientes con encofrados) y losas de cimentación (placas flotantes que se apoyan en el terreno).
Son los “pozos de cimentación”, usadas a veces bajo agua. Elegidas para muros de contención, arcos, micropilotes y otras. Se ubican a poca profundidad dentro del terreno.
Es la cimentación más resistente y mejor preparada contra el esfuerzo cortante. Se coloca a gran profundidad, dando más firmeza a la estructura. Entre sus métodos más habituales, están los pilotes y las pantallas.
El material de construcción de la cimentación dependerá del tipo elegido, del terreno, y también de las necesidades que las condiciones de construcción indiquen. El cemento y el hormigón, simple y armado, son los amplios favoritos, en diversas técnicas que pueden incluir encofrados, mallas metálicas y otros, de acuerdo a la resistencia necesaria en la zona de construcción.