Las puertas corredizas, o correderas, son ideales para ambientes pequeños, pues se deslizan al ras del muro para su total apertura. Las hay en muchas variantes, que pueden ser divididas en dos grupos generales: las de guía exterior y las empotradas.
Las puertas corredizas de guía exterior se desplazan por guías enclavadas a la vista, por fuera del muro, por dentro o por fuera de la habitación. Son mucho más simples y rápidas de instalar, de mantener y reemplazar.
Las puertas corredizas empotradas, en cambio, quedan ocultas en los tabiques o muros una vez abiertas. Se las debe instalar al momento de la obra, o proyectarlas desde el primer momento para procurar un muro hueco que las reciba. Son mucho más estéticas, y funcionan con guías de desplazamiento similares a las anteriores, sólo que empotradas en el muro y el marco.
Para la colocación de puertas correderas se necesita instalar una guía o carril empotrada o por fuera del muro. Indispensablemente, se coloca la guía en la parte superior de la hoja de la puerta, sea por ruedas y rieles, o por hendiduras y canales. Para dar mayor firmeza y para evitar su descarrilamiento, se puede colocar guías inferiores, aunque quedarán a la vista en el piso. Una buena solución es ponerlas con rodamientos en las empotradas, dentro del tabique, que facilitarán su apertura aunque dificultarán el retiro de las hojas para su mantenimiento.
Además de las guías superiores e inferiores, para la colocación de las puertas necesitas dos juegos de ruedas, inferior y superior, y perfiles de cierre (superior, inferior, tiradores y en H) para adosar a los paneles. Para facilitar la manipulación puedes colocar tiradores o asideras, y también es conveniente instalar frenos amortiguadores de goma que impidan que las placas se golpeen entre sí.