El revoque es parte esencial de cualquier obra de construcción pesada, y se constituye de, al menos, una capa de material que se “salpica” o arroja contra el muro o la superficie, se alisa, y ya seco se complementa con una segunda capa del denominado revoque fino, con un acabado liso y parejo, pero aún poroso, que permite instalar adhesivos para revestimientos, perforación para amurados, y más.
Saber preparar la receta adecuada para el tipo de revoque necesario es esencial, pues una mala composición dejaría la superficie expuesta a roturas, grietas, humedades y desgaste, lo que podría arruinar por completo la utilidad de una habitación.
El revoque, o revocado, cumple diversas funciones. Una de ellas es recubrir los ladrillos y el material, para protegerlo y aumentar su resistencia. Pero también permite una superficie plana, pareja y duradera, lo que facilita la instalación de los diversos revestimientos. También, el revoque aporta aún más resistencia a las vigas y las columnas, y con el agregado de los aditivos modernos se puede incluso lograr revoques finos de acabado estético que pueden dejarse a la vista sin revestimientos, tanto en interior como en exterior.
En reglas generales, hay dos tipos de revoques: el grueso y el fino. El revoque grueso es el que se coloca sobre el ladrillo o material. Es resistente, fuerte y de aspecto rústico. Se lo aplica sobre el muro apenas húmedo y “cuchareando”, es decir, se lo arroja con la cuchara o badilejo y se lo esparce con la herramienta, para evitar que queden burbujas de aire dentro. Dependiendo de la obra, se debe encofrar y apuntalar por unas horas, hasta que seque y fije.
El revoque fino, por su parte, es más delicado en su composición y aspecto. Es el que se aplica, con una técnica similar, sobre el revoque grueso ya seco, y se lo alisa con llanas u otras herramientas (algunas bastante simples, como listones de madera dura) para dejarlo liso y parejo. La superficie, ya seca, tiene porosidad y textura granulosa, se puede imprimar, pintar, y acepta bien los adhesivos para otros revestimientos.
Ambos tipos de revoque se amasan dependiendo su colocación en interiores o en exteriores, y se le agrega aditivos de acuerdo a los requisitos de la obra y de la zona.
La receta de base para el revoque grueso, resistente y duradero, se realiza en la mezcladora (por una cuestión de volumen, aunque puede hacerse en balde) con 1 parte de cal, 3 partes de arena, y ¼ de parte de cemento. Ya integrados los secos, se agrega agua hasta lograr una masa espesa, algo pegajosa y no fluida, pero tampoco demasiado seca o granulosa, de modo de poder esparcirse con facilidad y acomodarse a la superficie, evitándose las burbujas de aire. Para su colocación en exteriores y en climas húmedos, al revoque grueso suele agregarse un 10% de material hidrófugo, normalmente ceresita, además de otros aditivos que se hagan necesarios según las características de la obra.
La receta de base para el revoque fino se realiza en balde o mezcladora, con 1 parte de cal, 3 partes de arena fina, y ¼ de parte de arena si vas a colocarlo en exteriores, o 1/8 de parte de cemento si vas a colocarlo en interiores. Aunque la receta es similar, el revoque fino se amasa con un grado algo mayor de humedad, y se le agregan aditivos de acuerdo a la obra. Se lo coloca en capa fina y se presta mayor atención a su acabado. Se lo deja secar y fraguar, controlando la humedad, y se puede complementar con una segunda capa, dependiendo del acabado buscado.
Sigue estas simples recetas para revoques fino y grueso, de interior y de exterior, y tu obra será sin complicaciones, duradera, y optimizarás los gastos en materiales de construcción.