Para llevar adelante una obra de construcción, quizás el primer paso es encontrarnos con el arquitecto elegido, para proyectar el diseño de planta y comenzar a realizar la compra de materiales y la contratación de capataces.
El arquitecto pasa a ser una suerte de supervisor de obras, mediando entre el propietario y los ejecutores. Pero, aunque su servicio sea muy adecuado, también lo será el costo. Para solucionar este habitual inconveniente, en los últimos tiempos han surgido en el mercado los supervisores de obras, algunos estudiantes de arquitectura y de ingeniería, o simplemente personas capacitadas que cumplen esta función, para garantizar que el proyecto culmine en el menor tiempo posible, pero con la mayor eficacia al alcance.
El supervisor de obras es la persona que visitará el proyecto a diario (o con gran regularidad), para verificar que las acciones se realicen de acuerdo al plano, con eficiencia en el uso de materiales, y que logra solucionar o comunicar los inconveniente y situaciones particulares que surgen al propietario. También, dependiendo del caso, será quien se encargue de realizar los trámites legales y las entrevistas con los técnicos que harán las verificaciones de sistemas y servicios, y más.
Su trabajo es clave para el éxito en el proyecto. Habitualmente, como vimos, el arquitecto es quien realiza las visitas e inspecciones, aunque para merecer su plena dedicación tendríamos que elevar mucho su cuota de pago. Otras veces, por desconocimiento de esta opción, es el propietario quien se encarga de realizar esta labor, con el gran inconveniente de tener que dejar de lado sus ocupaciones, y también de no contar con suficientes conocimientos para solucionar problemas ni bien surjan.
Un supervisor de obra profesional y calificado llevará lo que se ha denominado una “bitácora de obra”. En esta suerte de jornal se especificará, previa reunión con el arquitecto, el ingeniero o capataz y el propietario, los plazos por cumplir para cada labor, su orden, y los materiales necesarios que han de estar presentes en cierto día para cierta acción. El supervisor cargará constantemente con esta bitácora, pues será el testimonio del avance del proyecto en tiempo y forma.
También será quien se contacte desde un punto de vista profesional y conocedor con los albañiles, constructores, instaladores y el arquitecto, traduciendo la información destacada a los propietarios, quienes no siempre tienen tales conocimientos. Mantendrá a propietario al tanto del avance y le comunicará periódicamente las novedades, si las hubiera, sin que el propietario deba desatender su trabajo u obligaciones.
Además de mediar, solucionar problemas y simplificar la comunicación, el supervisor también será el encargado de las compras y entregas de materiales en el momento adecuado (lo que suele dar gran tranquilidad a los propietarios, para evitar esos “faltantes” que aparecen cuando entregamos todo el material desde el primer día), a partir de su cálculo luego de hacer las mediciones correspondientes y los ajustes necesarios al clima, al terreno y al diseño.
Para ser supervisor de obra no sólo necesitas contar con estos conocimientos técnicos (que abundan en el constructor y los albañiles u obreros), sino también con los administrativos (que abundan en las mentes de los arquitectos) en torno a los cumplimientos legales por hacer, presentaciones, inscripciones, solicitudes e instalación de servicios, revisiones técnicas municipales y más.
Seguro que ser tú mismo el supervisor de la obra te ahorrará el costo de tener a una persona encargada en estas tareas, pero si el presupuesto lo permite, no dudes en contar con sus servicios: te ahorrará problemas, simplificará el control, y te dará la paz y la energía que necesitas para atender tu propia vida, sabiendo que tu proyecto está siempre en firme y pleno avance.