Una caldera es un recipiente en el cual se calienta agua por medio de un combustible, para luego distribuirla por el circuito de agua caliente y/o calefacción de la edificación. Las calderas se clasifican según distintos criterios:
La eficacia del rendimiento se basa, principalmente, en la correcta elección de la caldera según la aplicación que se le dará, y de que tanto el material de construcción, como el combustible y la presión, sean concordantes. Por otro lado, cualquiera sea su material de construcción o principio de funcionamiento, la caldera debe contar con una aislación térmica externa apropiada, que evita que se pierda calor en el proceso de calentamiento.
La cámara de combustión es el sitio en el que produce la quema del material con que alimentamos la caldera. Por otro lado, tenemos los quemadores, a los cuales se tiene acceso por una puerta en el frente de la caldera. Los quemadores siempre deben mantenerse limpios para evitar una mala combustión. Todas las calderas cuentan, además, con una caja de humos, una parte de la caldera que recoge los gases y vapor producidos en la combustión y los dirige a la chimenea de ventilación.
Las calderas domésticas más habituales son aquellas que transportan agua caliente y que funcionan con combustible sólido o líquido. Las calderas ideales para combustible sólido son las de hierro fundido, y con hogar en depresión. Si se usará combustible líquido, corresponde usar caldera de chapa de acero, pirotubular, y de hogar con sobrepresión.
Según la temperatura de calefacción que se necesite, se puede regular la cantidad de quemadores en uso y ajustar la potencia. Se debe tener en cuenta que cada vez que los quemadores arrancan, habrá un consumo extra de combustible, y se necesitará tiempo extra para el calentamiento; por eso es preferible, muchas veces, mantenerla en funcionamiento constante y, simplemente, regular la potencia, según la época del año.